Historia
En 1957, nuestros abuelos, Juan e Hilda, compraron una vivienda que se convirtió en el corazón de la familia. Allí vieron crecer a sus hijos, entre risas y sueños, en un hogar, en un patio con piedras, en un mundo de aventuras.
La tiendita de mami Hilda, esa que por muchos años sirvió sodas, agua, galletas, churros, cigarros, arroz, frijoles, sal, azúcar, aceite y mucho más. Esa tienda que por las tardes servía de excusa para sacar las sillas a la acera y saludar a todas las personas que pasaban caminando.
Allí crecieron sus nietos, entre garrobos, gatos y uno que otro insecto. Entre muchas piedras, entre árboles cuyas hojas refrescaban la casa, daban sombra y también frutos, limónes, guayaba y uno que producía el mango más dulce del mundo.
Las tardes y noches de fútbol no podían faltar; transformamos la calle en un estadio, en un espectáculo con goles, gritos, risas, pausas obligadas cuando pasaban carros, con la tienda como palco VIP y su interior como vestuario, charlas técnicas y zona de hidratación.
Un hogar difícil de resumir en pocas palabras: la tienda, el bullicio, las comidas de la abuela, los regalos del abuelo, el epicentro de las celebraciones de cumpleaños, noches buenas, noches viejas, los fines de semana con los grandes banquetes.
Y en ese deseo de mantener vivos los recuerdos y continuar con el legado familiar, emprendimos un proyecto y en el camino nos encontramos con personas interesadas en encontrar propiedades, a quienes les ayudamos a construir su propia historia.
Fue entonces cuando forjamos nuestro propósito: transformar inmuebles en proyectos de vida.